Entre las joyas naturales más codiciadas de Galicia destacan dos archipiélagos que parecen suspendidos entre el cielo y el mar: las Islas Cíes y la Isla de Ons. Ambos territorios forman parte del Parque Nacional Marítimo-Terrestre de las Islas Atlánticas y concentran una riqueza ecológica, paisajística y cultural de valor incalculable. Su protección, regulada por cupos y accesos limitados, no solo garantiza su conservación, sino que también convierte la visita en una experiencia selecta y cuidada.
Quienes se embarcan rumbo a estos enclaves no solo buscan playas de arena blanca o aguas cristalinas. También encuentran senderos silenciosos, faros solitarios y miradores desde los que el Atlántico se muestra en toda su inmensidad. Es precisamente esta combinación de tranquilidad, belleza y autenticidad lo que ha posicionado a estos destinos como referentes del turismo sostenible en el norte de España.
Cómo organizar tu visita a las Islas Cíes
Para acceder al archipiélago de las Cíes es necesario planificar con antelación. Desde hace años, las visitas están reguladas y es imprescindible obtener una autorización previa, además de reservar el transporte marítimo. La travesía se realiza en barco desde distintos puertos gallegos, siendo Vigo uno de los puntos más habituales de salida.
Uno de los servicios más consolidados para visitar las Islas Cíes es Cruceros Rías Baixas, que ofrece rutas cómodas y con frecuencias ajustadas a la temporada alta. La empresa facilita la gestión de billetes y permisos, permitiendo que el viajero solo tenga que preocuparse de disfrutar del entorno.
Una vez en las islas, la sensación de aislamiento es inmediata. El tráfico motorizado está prohibido y no existen edificaciones hoteleras, lo que refuerza el carácter natural del lugar. Los visitantes pueden elegir entre pasar el día o pernoctar en el camping habilitado, una opción que permite vivir de cerca la experiencia de dormir rodeado de naturaleza virgen.
Senderismo y naturaleza en estado puro
Las Islas Cíes cuentan con una red de rutas señalizadas que recorren acantilados, bosques y playas. Los itinerarios varían en dificultad, pero todos comparten un denominador común: el silencio roto solo por el viento y las aves marinas.
Entre las caminatas más recomendadas en las Islas Cíes se encuentra la subida al Faro da Porta, desde donde se obtiene una panorámica completa del entorno. También destaca el recorrido hacia el Faro de Cíes, que permite apreciar la separación natural entre las islas Norte y Sur, unidas por la icónica playa de Rodas, calificada en su día como una de las mejores del mundo.
Este tipo de entorno ha convertido al archipiélago en un refugio para la biodiversidad. Desde gaviotas patiamarillas hasta especies de flora endémica, la riqueza ambiental de las Islas Cíes es objeto de estudio y protección continuada.
La Isla de Ons como alternativa menos masificada
Aunque las Cíes suelen acaparar la atención de los medios, la Isla de Ons ofrece una experiencia igual de valiosa y con un enfoque más pausado. Su acceso también está sujeto a limitaciones, lo que garantiza una visita sin aglomeraciones.
Para quienes buscan descubrir la Isla de Ons, existen rutas marítimas específicas como las de Cruceros Rías Baixas, que conectan este enclave con diferentes puntos de la costa gallega. Al llegar, el visitante encuentra un núcleo habitado, senderos que cruzan antiguos cultivos, playas de aguas turquesa y un faro que sigue en funcionamiento.
Uno de los atractivos de Ons es su equilibrio entre tradición y naturaleza. Algunas casas siguen habitadas durante la temporada estival, y en el pequeño restaurante local se puede degustar el célebre pulpo á feira, receta que aquí cobra un sabor especial gracias al entorno y a la frescura del producto.
Playas, miradores y calma absoluta
Las playas son uno de los principales reclamos de ambas islas. En Cíes, Rodas se lleva gran parte de la atención, pero no hay que perder de vista Figueiras o Nosa Señora, menos concurridas pero igual de espectaculares. En Ons, destacan Melide y Area dos Cans, con aguas limpias y fondos marinos perfectos para la observación.
Quien toma un barco a las Islas Cíes no busca únicamente sol y mar, sino un tipo de escapada diferente: sin prisas, sin ruidos y sin pantallas. Por eso no es extraño ver a visitantes leyendo en la arena, tomando fotografías desde miradores o simplemente caminando sin rumbo entre pinos y brezos.
La desconexión real que ofrecen estos espacios es uno de sus mayores valores en un contexto en el que el turismo masivo pierde atractivo frente a propuestas sostenibles y conscientes. Tanto Cíes como Ons han sabido preservar su identidad, y eso se percibe en cada rincón.
Recomendaciones para una experiencia responsable
Planificar bien la visita no solo es útil, sino necesario. Tanto la gestión del transporte como la tramitación del permiso de acceso deben hacerse con antelación, especialmente en temporada alta. Empresas como Cruceros Rías Baixas centralizan estos trámites y ofrecen diferentes horarios, adaptándose al perfil del viajero.
Además, es importante llevar calzado adecuado, protección solar y agua suficiente. No existen tiendas ni supermercados, y todo lo que se necesite debe llevarse desde tierra firme. También se recomienda consultar las normas del parque, ya que están orientadas a minimizar el impacto ambiental de cada visita.
Respetar el entorno, no dejar residuos y no molestar a la fauna son pautas básicas que contribuyen a que estos espacios sigan siendo accesibles para generaciones futuras. El turismo responsable no es solo una tendencia, sino una necesidad que encuentra en estas islas un ejemplo modélico.
La belleza intacta del litoral gallego
La posibilidad de adentrarse en parajes que conservan su esencia intacta es cada vez más escasa en Europa. En este sentido, tanto las Islas Cíes como la Isla de Ons representan una oportunidad privilegiada para conectar con la naturaleza en su forma más pura.
Lejos de los tópicos, estos destinos no necesitan etiquetas ni grandes campañas para enamorar a quienes los visitan. Basta con el rumor del mar, el vuelo de una pardela cenicienta o el brillo del sol sobre las aguas tranquilas para que el viaje quede grabado en la memoria.

